domingo, 25 de octubre de 2009

CAMPO DE BATALLA

Suenan los colores de la mañana,
despiertan los agobiados ojos y mi mente,
conociendo el día y reconociendo su suerte;
abren las flores su belleza al mundo,
se siente el aroma del café, que salió,
al rayar los primeros brazos del sol,
con su mejor presencia a enamorar el viento;
toma el soldado su fuerza, recarga su dignidad,
llora sus muertos y reza por no matar.
Siguen sonando los colores de la mañana,
ahora despiertan los pasos y se lavan las manos para rogar…
Se escucha el susurro del mar que intenta, en silencio,
besar las rocas inmóviles
y llevarse la arena vulnerable,
sale el pescador con su ilusión y su atarraya,
respira hondo el aire refrescante a su angustia,
que le envuelve en ligereza de humildad;
llegan los sonidos del tiempo,
abarrotándose para acariciar Las memorias presas,
traen con su tren un respiro de libertad…;
Nace un nuevo reto, y con él se alistan las ganas
de luchar por los míos y por los suyos,
por todos, por mí;
se abre, así, el camino una canción, dulce y sabia,
eterna y gloriosa,
de Luna, de vida, de dolor, de encanto…
Están sonando los colores de la mañana,
y para muchos sólo suenan,
para otros sólo son milagros visuales,
para los que sufren son aliento en desamparo,
o suma a la diáfana cadena de penas,
levantan su ego más que su espíritu,
los que sólo ven estas mañanas y el sonido de sus colores
como otro momento de estar muertos, de no saber vivir,
de sus vacíos, (no son más que ciegos de alma).
Siguen las aves a la mañana con su canto,
buscando quien la escuche con los ojos cerrados…
Despierta también el sabor de victoria
en el gusto de miles de almas que no duermen por luchar
y luchan para poder dormir sin miedos;
llegan las luces que divagaron
mientras el mundo las olvidaba,
que iluminaron el pasado y que ahora no saben brillar;
Suenan los colores de la mañana…
Voy al campo de batalla, sacando el valor de las cenizas,
armándome de unos ojos que, aunque agobiados, estén
llenos de una luz, de fe,
de unos odios que, aunque cansados, aprenden con los días
a fortalecer mi alma
y a olvidar recordando;
de un espíritu sobreviviente, que
sin miedos por superar pero con un mundo que reconocer
como ave fénix siempre volverá a la lucha
y cada vez con más amor…
Voy al campo de batalla,
me acompañan los sonidos de los colores en la mañana,
voy con inquebrantables ganas de vivir
y con el sueño de aprender a morir.

Valledupar, agosto 17 de 2004

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